Les cuento que el pasado miércoles 14, emprendí una aventura que no olvidaré. El maestro de Periodismo nos llevó al río Sumpul, en Chalatenango. El motivo era la celebración del 28º aniversario de la masacre que hubo en ese lugar.
El viaje empezó desde muy temprano, a las 5:30 a.m. nos reunimos en la universidad. El recorrido fue muy largo. Pero la hora llegó, a las 8:30 nos encontrábamos en el cantón El Zapotal. La caminata iba a empezar. Eran tres cerros los que había que bajar, para llegar hasta el lugar de la celebración. Realmente, ese recorrido no lo sentí, hasta cantando iba. Quizá el único miedo que sentía era el de caerme, pues habían unas veredas muy feas. Al fin llegamos, la misa ya había empezado. Descansamos un ratito, para empezar a hacer entrevistas.
El tiempo pasó muy rápido. La hora de regresar había llegado. A la 1: 00 p.m. emprendimos un nuevo camino. Lo que nos esperaba era muy duro. A medida fuimos avanzando, nos fuimos agotando. El sol debilitaba mucho. Hubo momentos en los que nos sentábamos a descansar, pues sentíamos que ya no dábamos un paso más. En uno de esos descansos, fue que nos separamos con Brian y Marce. Me sentí muy mal, pues habíamos prometido no separarnos.
Al llegar a un cerco de piedras, nos alegramos, pues habíamos terminado esa gran caminata. Eran las cuatro pasaditas, cuando llegamos al lugar donde nos había dejado el bus. Me sentía alegre, pues había cumplido ese reto. Realmente el viaje al Sumpul fue una gran aventura que no olvidaré.
El viaje empezó desde muy temprano, a las 5:30 a.m. nos reunimos en la universidad. El recorrido fue muy largo. Pero la hora llegó, a las 8:30 nos encontrábamos en el cantón El Zapotal. La caminata iba a empezar. Eran tres cerros los que había que bajar, para llegar hasta el lugar de la celebración. Realmente, ese recorrido no lo sentí, hasta cantando iba. Quizá el único miedo que sentía era el de caerme, pues habían unas veredas muy feas. Al fin llegamos, la misa ya había empezado. Descansamos un ratito, para empezar a hacer entrevistas.
El tiempo pasó muy rápido. La hora de regresar había llegado. A la 1: 00 p.m. emprendimos un nuevo camino. Lo que nos esperaba era muy duro. A medida fuimos avanzando, nos fuimos agotando. El sol debilitaba mucho. Hubo momentos en los que nos sentábamos a descansar, pues sentíamos que ya no dábamos un paso más. En uno de esos descansos, fue que nos separamos con Brian y Marce. Me sentí muy mal, pues habíamos prometido no separarnos.
Al llegar a un cerco de piedras, nos alegramos, pues habíamos terminado esa gran caminata. Eran las cuatro pasaditas, cuando llegamos al lugar donde nos había dejado el bus. Me sentía alegre, pues había cumplido ese reto. Realmente el viaje al Sumpul fue una gran aventura que no olvidaré.
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